7.9. Otras teorías sobre población

Rodbertus, Marx, Engels, Bebel, y posiblemente la mayoría de los socialistas que han considerado el problema, niegan una tendencia general a la población excesiva, o sostienen que sólo se realizan en una sociedad con sistema capitalista. Bajo el Socialismo habría amplio sustento para el mayor incremento posible de población, o, a cualquier nivel, por cualquier incremento que la sociedad decidiera tener. Ahora es bastante improbable que una organización Socialista de producción, con sus incentivos disminuidos para una energía inventiva y productiva, podría proporcionar medios de vida adecuados a la máxima capacidad de la fecundidad humana; y un nivel de comodidad universal y continuamente creciente estaría sujeto a todos los estorbos físicos, morales e intelectuales, y a las consecuencias que asediaron el sistema suicida del neo-malthusianismo.
Una minoría respetable de economistas (en esta conexión frecuentemente conocido como "optimistas") ha rechazado la teoría Malthusiana del principio. Entre los más prominentes están: Bastiat en Francia, List (1789-1846) en Alemania, y Henry C. Carey en América. De una manera general, todos sostuvieron que con unos arreglos sociales e industriales apropiados la población nunca excederá la subsistencia. Esta era igualmente la posición de Henry George cuyo ataque a la teoría de Malthus probablemente es más familiar a los norteamericanos que el de cualquier otro escritor (cf. el Progreso y Pobreza). Carey, cuyo padre, Matthew Carey, el publicador de Philadelphia, era católico, basaba su visión en parte en su fe en la Providencia, y en parte en la presunción de que en cada país las tierras más ricas y los poderes de la tierra permanecen subdesarrollados mucho tiempo; List señaló que las tierras densamente pobladas frecuentemente son más prósperas que aquéllas con relativamente pocos habitantes, y que nosotros no tenemos ninguna buena razón para poner límites a la capacidad de la tierra que podría apoyar muchas veces indudablemente su población presente; y Bastiat que ya había observado la restricción artificial de la tasa de nacimiento en su propio país parece haber concluido que la misma cosa pasaría en otros países siempre que la subsistencia tendiera a caerse debajo de los niveles de vida existentes. Aunque hay un poco de exageración e incertidumbre en todas estas posiciones, indudablemente son más cercanos a la verdad que las suposiciones de Malthus.
Lo que puede llamarse la teoría evolucionista de población fue originada e incompletamente establecida por Charles Darwin, y desarrollada por Herbert Spencer. En la última forma ha sido substancialmente adoptada por muchos biólogos y sociólogos. Aunque fue una lectura del trabajo de Malthus la que sugirió a Darwin la idea de la lucha por la supervivencia, la teoría de población de Spencer se opone en general a la Malthusiana. Según Spencer, el proceso de selección natural que involucra la destrucción de una gran proporción de los organismos más bajos, aumenta la individualidad y disminuye la fecundidad en las especies más desarrolladas sobre todo en el hombre. A la larga, la población se ajusta automáticamente a la subsistencia al nivel que es consonante con el mayor progreso. Con respecto al futuro, esta teoría es sumamente optimista, pero no es más probable o más capaz de probar que su profecía acerca de la futura identificación entre egoísmo y altruismo.
Basándose en una esmerada investigación y abundantes estadísticas, M. Arsène Dumont concluyó que el Malthusianismo es teóricamente falso y prácticamente sin valor, y que las únicas generalizaciones valiosas sobre la relación entre población y subsistencia son aquéllas que conciernen a un país en particular, una época, una civilización, o una forma de sociedad (cf. Nitti, op. cit.). En una sociedad democrática, dice, el peligro real es la limitación excesiva de la tasa de nacimientos por todas las clases, incluso las más bajas. Cuando las clases privilegiadas y las estratificaciones sociales han desaparecido, los miembros de cada clase se esfuerzan por levantarse sobre su condición presente restringiendo el número de su descendencia. Hasta ahora, esta teoría es una explicación correcta de ciertas tendencias existentes, pero, como el padre Pesch observa en contestación a P. Leroy-Beaulieu, el verdadero remedio para las condiciones francesas no es la monarquía sino la religión cristiana y la enseñanza moral (op. el cit., II, 639).
La teoría de Nitti tiene una similitud considerable con la de Spencer, pero el sociólogo italiano espera la acción deliberada de hombre, en lugar de cualquier disminución en fecundidad humana, para conformar la población a subsistencia en cualquier sociedad en la que la riqueza es justamente distribuida, la individualidad desarrollada fuertemente y la actividad individual sostenida en un alto nivel de eficacia (op. cit.). Él repudia, sin embargo, la "prudencia" egoísta y socialmente desmoralizante qué tan generalmente es practicada hoy para la limitación del tamaño de las familias. No obstante, es absolutamente improbable que la regulación sensata que él desea se obtenga sin la influencia activa y universal de la religión. Con esta condición añadida, su teoría parece ser la más razonable de todas las consideradas en este artículo, y no difiere grandemente de la de los economistas católicos.
El último, como ya lo hemos notado, rechaza la teoría Malthusiana y la interpretación de los hechos sociales en los que se funda. Tomando como típicas las visiones de Devas en Inglaterra, Antoine en Francia, Perin en Bélgica, Liberatore en Italia, y Pesch en Alemania (vea obras citadas debajo) podemos describir sus visiones en los términos siguientes. Donde la producción está organizada eficazmente y la riqueza distribuida equitativamente; donde la moral hace que el pueblo sea industrioso, frugal, contrario a debilitar el confort, y con voluntad de refrenar todas las prácticas inmorales en las relaciones conyugales; donde una proporción considerable del pueblo abraza la condición de celibato religioso, otros viven castamente e incluso difieren el matrimonio por un período más largo o más corto, y muchos emigran siempre que la población de cualquier región se congestiona--ya que la presión de la población sobre la subsistencia nunca ocurrirá excepto local y temporalmente. Probablemente esto es tan comprensivo, y al mismo tiempo una generalización tan correcta como puede formularse. Puede reducirse a la declaración sumaria del padre Pesch: "Donde la calidad de una persona es salvaguardada, no debe temerse por su cantidad" (op. el cit., II, 624). Cuide de la calidad, dice el sabio Jesuita, y la cantidad cuidará de sí misma. Esté ansioso por la cantidad, dice a los Malthusianos y a todos los defensores de la familia pequeña, para que la calidad se deteriore. Malthus murió hace menos de ochenta años y en un tiempo considerablemente más corto ha pasado desde que la restricción de nacimientos se generalizó en todo sentido; pero está aumentando rápidamente y en todas partes el número de pensadores que ven que el mundo Occidental es confrontado por "un problema no de fecundidad excesiva, sino de una carrera de suicidio" (Seligman, "Principios de Economía", 65).

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