1.3. La ley de la población

William Wales logró publicar en 1781, con la colaboración del clero, Encuesta sobre el presente estado de la población de Inglaterra y de Gales, y en 1801 se dieron a conocer los resultados del primer censo británico.

Malthus alcanzó la notoriedad académica de forma inmediata con la primera edición, en 1798, de su Ensayo sobre el principio de la población. Es posible que la verdadera influencia de esta obra de Malthus no esté tanto en las aportaciones que con ella se hacen a la ciencia de la demografía, sino en centrar el asunto en el verdadero y siempre presente problema “de la población sobre los recursos disponibles y, más en concreto, en establecer la relación entre crecimiento demográfico y desarrollo económico” Malthus formuló su simple y atractiva Ley de la Población, en cual sostenía que la capacidad reproductiva del género humano excede ampliamente a las necesidades de sustitución de los individuos eliminados por la muerte, por lo que la población tendería a crecer ilimitadamente, a “llenar millones de mundos en unos pocos miles de años”. Es decir, los ritmos de desarrollo de la población tienden a seguir una ley exponencial: la población tiende a desarrollarse según una progresión geométrica. En cambio los recursos alimentarios no se desarrollan al mismo ritmo. La ley de crecimiento de subsistencias puede ser el de una progresión aritmética. Por consiguiente, mientras los medios de subsistencia (la producción de alimentos) tendían a crecer en progresión aritmética, la población crecía en progresión geométrica.

“afirmo que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética. Basta con poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas”. Thomas Malthus. Primer ensayo sobre la población

Como referente de su planteamiento, Malthus tenía presente lo que podría ocurrir en la Gran Bretaña en el supuesto que estas dos fuerzas jugaran libremente. Para ser más exacto, en el supuesto de que el aumento de la población no encontrara ningún obstáculo, expandiéndose geométricamente por un largo período, la población se duplicaría cada veinticinco años.

“La población de nuestra isla - dice Malthus - es actualmente de unos siete millones; supongamos que la producción actual baste para mantener esta población. Al cabo de los primeros veinticinco años la población sería de catorce millones, y como el alimento habría también doblado, bastaría a su manutención. En los veinticinco años siguientes la población sería ya de veintiocho millones y el alimento disponible correspondería a una población de tan sólo veintiún millones. En el período siguiente la población sería de cincuenta y seis millones y las subsistencias apenas serian suficientes para la mitad de esa población. Y al término del primer siglo la población habría alcanzado la cifra de ciento doce millones mientras que los víveres producidos corresponderían al sustento de treinta y cinco millones, quedando setenta y siete millones de seres totalmente privados de alimentos”. Thomas Malthus. Primer ensayo sobre la población.
Sin embargo Malthus no reduce su discurso al ámbito de la Gran Bretaña, da un paso adelante y aplica el mismo razonamiento a nivel mundial.

“Estimando la población del mundo, por ejemplo, en mil millones de seres, la especie humana crecería como los números: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, etcétera, en tanto que las subsistencias lo harían como: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10; etc. Al cabo de dos siglos y cuarto la población sería a los medios de subsistencia como 512 es a 10; pasados tres siglos la proporción sería 4096 a 13 y a los dos mil años de diferencia sería prácticamente incalculable a pesar del enorme crecimiento de la producción para entonces”. Thomas Malthus. Primer ensayo sobre la población.

Teniendo en cuenta este muy probable y excesivo crecimiento de la población, que se comporta como un devorador de los recursos de subsistencia, no son renovables a la par con el crecimiento poblacional, Malthus se dedica a reflexionar sobre los posibles y variados procedimientos para alcanzar el fin último de equilibrar la volumen poblacional conforme a los recursos, de tal forma que se evitase una catástrofe inminente.

“No hemos asignado límite alguno a la producción de la tierra. La hemos concebido como susceptible de un aumento indefinido y capaz de rebasar cualquier límite que se le fije, por muy grande que éste sea: sin embargo, la fuerza de la población es de un orden superior y, por consiguiente, el crecimiento de la especie humana únicamente podrá mantenerse nivelado al aumento de los medios de subsistencia, mediante la constante acción de la poderosa ley de la necesidad, refrenando el impulso de la mayor de estas fuerza”.Thomas Malthus. Primer ensayo sobre la población.

En todas las ediciones (primera edición de 1798 y seis ediciones posteriores entre 1803-1830) aparecen las dos formas o versiones de los procedimientos de control de la población: para algunos, una primera, dura o fisiológica, que se corresponde con el normal procedimiento de que la naturaleza se ha valido a lo largo del tiempo para controlar el crecimiento de la población, pone el énfasis en los frenos positivos que aquel tipo de medidas “tanto de orden moral como físico, que tienden a debilitar y destruir prematuramente la constitución humana” cap. 5 (enfermedades, muertes, guerras, hambrunas, miserias, etc.). Malthus atiende a otra forma más humana, los frenos preventivos, constituidos por aquella serie de métodos y medidas que limitan la natalidad (algunos autores la denominan blanda o sociológica). Comprenden desde la continencia hasta el aborto. Malthus sin embargo entiende que es el ejercicio de la contención moral el único freno aceptable, es decir, pospone el matrimonio hasta que el varón esté “seguro de que, caso de tener una familia numerosa, sus esfuerzos lograrán evitarle vestir con harapos, vivir en la más absoluta pobreza y la consiguiente degradación en su comunidad”. Malthus rehúsa cualquier otro medio, anticoncepción, aborto, infanticidio, etc., como “medios impropios” por cuanto constituyen una práctica viciosa, que “rebaja de manera señalada la dignidad de la naturaleza humana”. La historiografía ha asociado habitualmente la versión dura a la primera edición del Ensayo, y la blanda a las ediciones posteriores.
El desequilibrio entre el incremento demográfico y la producción de alimentos, considerado con relación al mundo entero, ha de ir acentuándose cada vez más hasta culminar con la guerra, el hambre y la miseria. Aunque Malthus confiaba en que la mejora de las técnicas agrícolas permitirían aumentar la producción, afirmaba que esto no sería suficiente, a pesar de que previsibles desastres (guerras, plagas, enfermedades...) redujeran el ritmo del crecimiento demográfico. Es en la segunda publicación (1803) donde nace el llamado “malthusianismo”, una corriente ideológica que propone la restricción voluntaria de la procreación para remediar la desproporción prevista en el futuro entre la población y los alimentos. Este resurgimiento del malthusianismo se fundamente, precisamente, donde las últimas ediciones del Ensayo sobre la Población, modificó su rígida teoría, sosteniendo que los incrementos en la población quedarían limitados por la restricción moral, el vicio y la miseria. Desde la óptica del catastrofismo y del pesimismo, el autor, que profesaba sólidas convicciones religiosas y morales, define que para evitar la explosión demográfica, se tendría que disminuir la natalidad. Proponía que se limitara la natalidad a través de la continencia durante el celibato y del voluntario retraso de la edad de la celebración de los matrimonios. Sin embargo, Malthus estuvo lejos de proponer el control de la natalidad a través de medios artificiales y violentos para la vida humana, más lejos aún de propiciar una acción gubernamental en este campo; probablemente la intervención gubernamental le hubiera parecido detestable. Malthus siempre fue partidario de limitar drásticamente la acción del Estado, llegando a decir que “toda interferencia excesiva en los asuntos personales es una forma de tiranía”. No obstante, sin inhibición alguna, corrientes ideológicas ulteriores, tales como el neomalthusianismo, apoyándose en el aparato gubernamental, incluyen los más variados métodos anticonceptivos, desde la continencia hasta el aborto, como mecanismo primordial para controlar la población.
Malthus estimaba que el empleo de ciertos métodos para impedir los nacimientos envilecía la naturaleza humana, despojándola de su dignidad.
Malthus reformuló insistentemente, hasta la saciedad, su teoría de que el origen de los males se encontraba en el exceso de la población. La población excedente provenía de las clases más desfavorecidas: la clase humilde, la pobre. Identificada la causa (la pobreza) que provocaba el origen del mal, a Malthus le restaba, como “médico social” proponer la cura: eliminar al pobre. De forma genial sostenía que la presión que ejerce la cantidad de habitantes del planeta es una “ley natural”, lo cual hace que la pobreza sea natural e inevitable.
Cualquier esfuerzo social y político que se haga para reducir desigualdades o mitigar el sufrimiento sería contraproducente porque provocaría un incremento de la población, lo cual implicaría a su vez un aumento de la presión que pesa sobre los recursos de producción, explica Malthus. Por lo tanto, un sistema de propiedad común, capaz de mantener a poblaciones aún mayores, resultaba una afrenta al orden "natural" de las cosas.
Una de las preocupaciones centrales de Malthus era la legislación para los pobres. Las leyes sociales perturban el juego de las leyes de la naturaleza, que quiere seleccionar a los más aptos y eliminar al resto. Desde 1803, Malthus precisará que no todos tienen reservado un lugar en el banquete de la naturaleza; la naturaleza notifica a los inútiles que tiene que irse, y no tarda en ejecutar su propia orden. Las clases dirigentes y el sistema político quedan libres de culpas respecto de la pobreza porque, según Malthus, la causa de la indigencia es la fertilidad y no el desempleo, la falta de tierras o el alto precio de los alimentos. La teoría de Malthus constituyó entonces un argumento clave: la seguridad que brindaba la ayuda mencionada estimulaba a los pobres a reproducirse. Por lo tanto, la causa de la pobreza era la fertilidad. Pero sucede que no es posible influir sobre el factor de la fertilidad, indica el pensador.
Malthus tendió siempre a considerar que las causas de la pobreza tienen un origen natural y no social. Esta premisa ideológica puede haber sido a su vez responsable de la positiva acogida del Ensayo, habida cuenta de lo funcional que resultaba para los gobernantes y las clases acomodadas una teoría que responsabilizaba a los pobres de su propia desgracia. En esencia, el debate entre maltusianos y antimalthusianos (generalmente, marxista) se ha basado en las perspectivas de aceptación o rechazo de esta premisa ideológica. La concepción de Malthus fue impugnada enérgicamente, desde distintos puntos de vista, por diversos y destacados autores de su tiempo, que pusieron en evidencia la falta de fundamentos de la presunta “ley de población”. En el plano político y económico-social, se destaca especialmente la crítica al malthusianismo y al neomalthusianismo formulada por Marx, Engels y Lenin, que, como algunos ideológicos socialistas anteriores, vieron en esa doctrina un retrato del capitalismo contra los intereses de la clase proletariada. Para Marx, la relación fundamental no está entre los medios de subsistencia y la población, sino entre la población y las instituciones económicas, no existen leyes demográficas inmutables aplicables a la especie humana; cada época histórica y cada sociedad tienen sus propias leyes de población, en virtud de las que se determinan las consecuencias del crecimiento demográfico. Si bien es cierto que bajo el régimen capitalista existiría una sobrepoblación relativa, este fenómeno no se debería a la escasez de la subsistencias, sino a la desiguales condiciones de reparto de los bienes generales por la plusvalía, o sea, por la explotación de los hombres por los hombres. Marx y Engels rechazan de plano la idea de Malthus de que “los pobres son los responsables de su pobreza,... la pobreza es resultado de la mala organización de la sociedad”, en especial de la sociedad capitalista.
Otras muchas son las objeciones que pueden hacerse a la teoría malthusiana, aun cuando en lo sustancial pudieran generarse algunas coincidencias (como dice Adolfo Wagner), sin embargo, como primera e importante matización hay que dejar constancia de que “toda generalización en sociología, referente a la acción del medio físico, la raza, la población, debe tener en cuenta las condiciones relativas a cada sociedad, en particular”, al grado de civilización alcanzado, al desarrollo técnico y a otros imponderables en cada caso, por lo que su planteamiento sociológico, que no respeta la relatividad de las conclusiones científicas, ha de tomarse con precaución. Anotada la precedente precisión pueden formularse algunos otros aspectos que pueden fundamentar propuestas críticas de la teoría de Malthus y del malthusianismo: el espectacular desarrollo demográfico de los EE. UU. de América era para inquietar a cualquiera, al menos a hombres de ciencia preocupados por las condiciones de vida de sus contemporáneos, sin embargo ni Malthus ni otros contemporáneos se dieron cuenta de que las condiciones del fenómeno eran también únicas en la historia de la humanidad.

“Reducir al rigor matemático de una progresión aritmética el crecimiento de subsistencia es desconocer el poder de la invención humana (...) que puede convertir en sustancias adecuadas a la nutrición humana, las que hasta ahora no lo han sido”.Antonio Caso, Sociología, 1969

La humanidad puede además restringir sus instintos genésicos, como el mismo Malthus aconseja, y nos muestra la actual experiencia referente a la población de las sociedades avanzadas, cuya situación resta validez a la progresión geométrica que guía el aumento poblacional.
Como afirma Rafael Puyol Malthus “no acertó en sus previsiones porque la revolución demográfica que comienza entonces es coetánea con otras dos revoluciones que cambiaron la historia de la humanidad: la agrícola y la industrial, que a su vez tuvieron detrás una revolución científica y técnica que posibilitó las transformaciones económicas y redujo la incidencia de males tradicionales como el hambre o las epidemias”.
Antes de concluir este apartado, sería interesante tomar en consideración otros factores, que inciden en el complejo y difícil fenómeno del volumen poblacional: ideas, creencias y movimientos religiosos, procesos de modernización y cambio de valores, organización y aprecio del matrimonio con una estimable conciencia de la paternidad responsable, facilidad de las comunicaciones y movilidad, movimientos migratorios, guerras, enfermedades, revoluciones, etc. etc. Todo ello se conjuga con la cifra poblacional de cada sociedad. En mi parecer, habría que superar a Malthus, en su idea de aprecio y valoración del hombre. Resulta extraño que el hombre albergue tanta desconfianza respecto del hombre, como lo hace Malthus.

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