5.2. Emma Goldman y el "amor libre"

Emma Goldman (27 de junio de 1869 – 14 de mayo de 1940) fue una célebre anarquista de origen lituano conocida por sus escritos y sus manifiestos radicales, libertarios y feministas, fue una de las pioneras en la lucha por la emancipación de la mujer y por la exaltación del amor libre.
Emigró a los Estados Unidos cuando contaba 16 años donde trabajó como obrera textil y se unió al movimiento socialista libertario. En 1919 fue expulsada de EE.UU y deportada a Rusia. Vivió durante unos años en Europa, allí escribió su autobiografía y diversas obras.
El amor libre que predica Emma Goldman no es igual al amor promiscuo. Lo más natural que tiene un ser humano es su sexualidad, por eso todo tipo de organización social es anti-natural, porque la naturaleza no conoce de organizaciones para darle paso a los mecanismos auto-reproductivos más fluidos y perfectos que el hombre pueda imaginar. Toda institución diseñada para controlar la espontaneidad de la naturaleza está condenada al fracaso o a la destrucción de la naturaleza misma. Y en esa dirección no hay nada más libre que el amor.
La propuesta del amor libre hecha por los anarquistas tiene que ver particularmente con la más sencilla, y al mismo tiempo la más complicada de las escogencias que hace cualquier ser humano en cualquier parte del mundo, en todo momento; nos referimos a la pareja con quien desea unirse, o al amigo o amiga con quien quisiera compartir sus más profundos y acendrados ensueños.
Curiosamente, en las relaciones que Emma Goldman tuvo con algunos de sus camaradas de lucha, las peleas y desacuerdos por celos amargaban el posible proyecto de vida que pudiera haber construido con ellos. A Johan Most lo agredió en público con un látigo, en un arrebato de cólera, porque el dirigente alemán se había dedicado desde su revista a difamar a Alexander Berkman, compañero de Emma en prisión, acusado de conspiración para asesinar a un empresario cuyos guardaespaldas habían ultimado a tiros a nueve trabajadores en huelga.
El amor libre, como lo entendían Emma y sus camaradas, tenía que ser una fuerza, un conjunto de acciones mediante las cuales las personas involucradas fueran capaces de liberarse mutuamente, jamás podía ser una actitud contemplativa, solo reflexiva y racionalista. Para que en realidad terminara siendo una fuerza incontrolable, el amor libre debería ser libre amor, es decir un sentimiento, una emoción capaz de remover todos los obstáculos imaginables que se pudieran poner en su camino, como hubiera hecho Emma para apoyar en todo momento, en las buenas y en las malas, a su entrañable compañero Sasha Berkman.
Resulta entonces muy difícil entender eso que Emma llamaba amor libre, si nos limitamos a definirlo únicamente a partir de sus aristas sexuales o pasionales. Ella confiesa con mucha insistencia, en su correspondencia, en sus discursos y en algunos de sus ensayos, la urgencia de que el amor libre sea visto de esa manera y no de otra. Es decir que, para Emma Goldman el amor libre no se expresa sólo a través de la cantidad de amantes que una persona pueda haber tenido en su vida, sino en virtud de la riqueza emocional, que esa persona en particular, a la que se le han dado todos nuestros sueños y esperanzas, es capaz de producir en el proyecto general de nuestra existencia.

EMMA GOLDMAN Y LA “MUJER NUEVA”

Emma Goldman es una pensadora visionaria y de una considerable potencia premonitoria, pues muchas de sus ideas y de sus propuestas de los años veintes y treintas serían todavía motivo de discusión y conflicto en los años ochentas y noventas. Para ella era imposible una sociedad libre y verdaderamente humana, si el estado iba a seguir en control de los aspectos fundamentales del desarrollo de una persona. Sobre todo cuando se trataba de las mujeres. A este respecto podemos agrupar las ideas de Goldman en tres grandes temas:
El matrimonio.
Los niños.
El aborto.
Siempre creyó que el matrimonio era una desgracia, no sólo para las mujeres sino también para los hombres. Para ella, no existía ninguna relación posible entre el matrimonio y el amor. Su razonamiento partía de la base de que aquella institución estaba concebida para sacrificar a las mujeres en el altar de la maternidad, y para estrangular toda posibilidad de independencia y de creatividad personal en ellas. El matrimonio había sido ideado por los dos grandes monstruos de la sociedad contemporánea: el estado y la religión. Solamente cuando los hombres y las mujeres entendieran al fin que una pareja debía unirse con el único propósito de crecer juntos en todos los terrenos posibles, sería posible remontar los objetivos sórdidos para los cuales la sociedad burguesa había inventado el matrimonio.
El cuido de la prole y las atenciones a la perentoriedad sexual de la pareja, en este caso del varón, parecían ser los fundamentos sobre los cuales reposaba la idea del matrimonio. La reproducción de la fuerza de trabajo, de los soldados y de los empleados que necesitaba la maquinaria estatal, hacía que la labor maternal de la mujer adquiriera un sentido casi heroico. En este caso, el matrimonio estaba más que justificado. Sobre todo cuando la religión encontraba en los instintos naturales de los seres humanos algo asqueroso y repugnante. A la mujer en particular, le estaba vedado el disfrute pleno de su cuerpo, pues no le pertenecía ni a su compañero, ya que en última instancia quien decidía el propósito de la maternidad era el estado. El varón por su lado, era cómplice con el estado de la expoliación que se hacía con el cuerpo de la mujer. En este asunto la conspiración no podía ser más completa. El aborto, de esta manera, tendría que ser prohibido de forma rotunda, pues contradecía los basamentos éticos de la tradición judeo-crisitiana, los cuales indicaban que el propósito esencial para el cual las mujeres habían venido al mundo era para ser madres.
En muchas ocasiones Emma Goldman tuvo que ser sacada de los salones de conferencias y de algunos "mítines" acompañada por la policía, pues sus puntos de vista resultaban intolerables para la "sociedad puritana" como ella la llamaba. Promover y defender el aborto, significaba indicarle al estado burgués que el cuerpo le pertenecía a las mujeres y que podían hacer con él lo que les viniera en gana. Era decirle al pueblo culto y civilizado que traer hijos al mundo, educarlos y atenderlos como verdaderos seres humanos, implicaba sustancialmente la toma de una decisión consciente y responsable por parte de la pareja o de la persona interesada en dicho proyecto, no del estado o de alguna iglesia que predicara la maternidad como una función al servicio de la sociedad civil.
Cuando Emma Goldman habló de la "mujer nueva", siempre nos invitó a ver más allá de lo que nos tienen acostumbrados los procedimientos convencionales para analizar y comprender el papel la mujer en la sociedad civil. Ella creía que la lucha por la liberación del amor, los sentimientos y las emociones, pasaba por la destrucción del estado. Su lucha incondicional por la más absoluta y total libertad, en materia de derechos civiles, sexuales, culturales y personales llegó a veces a profundidades que muchos intelectuales anarquistas de la época no lograron comprender en su totalidad.
Con frecuencia se opuso a que las mujeres se entregaran tanto en la conquista del derecho a votar. La dedicación y la pasión que se había puesto en esta batalla, decía ella, no era proporcional a los resultados que se esperaba obtener. Las sufragistas le parecían damas de la buena sociedad creyendo que con la obtención del voto, podrían superar a los hombres y mejorar la sociedad y la civilización ahí donde ellos habían fallado tan estrepitosamente durante los últimos dos mil quinientos años. Las obsesiones parlamentaristas le parecían ridículas e inútiles, ya procedieran de hombres o mujeres por igual35.
El sufragismo le parecía estéril si con él no venía una modificación sustancial en el sitio ocupado por las mujeres en la sociedad burguesa. El voto sólo les permitiría hermanarse con los hombres en la explotación salarial de que éstos eran víctimas, sin cambiar o eliminar en el fondo la verdadera raíz de aquella: la sociedad capitalista y el estado burgués. La emancipación de las mujeres en estos casos evocaba para Emma Goldman, un ajuste en la situación civil que dejaba intactas la humillación, la mercantilización y la opresión de que habían sido objeto por siglos. El voto no cambiaba para nada dicho panorama.
En la nueva sociedad que soñaban Emma Goldman y muchos otros anarquistas como ella, la mujer nueva sería capaz de tomar sus propias decisiones, concernieran éstas a su vida personal o civil. Sus elecciones sexuales vendrían motivadas por una perfecta salud espiritual y física donde sólo fueran válidos el amor y el placer. La maternidad en este caso, sería también una elección libremente escogida. Ni el estado ni la religión decidirían sobre un asunto que pertenecería a la más absoluta y responsable libertad personal.

ANARQUISMO Y ROMANTICISMO: EMMA GOLDMAN Y EL AMOR LIBRE.
El amor libre que predica Emma Goldman no es igual al amor promiscuo. Lo más natural que tiene un ser humano es su sexualidad, por eso todo tipo de organización social es anti-natural, porque la naturaleza no conoce de organizaciones para darle paso a los mecanismos auto-reproductivos más fluidos y perfectos que el hombre pueda imaginar. Toda institución diseñada para controlar la espontaneidad de la naturaleza está condenada al fracaso o a la destrucción de la naturaleza misma. Y en esa dirección no hay nada más libre que el amor.

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