7.8. Crítica a Malthus

La teoría de Malthus está hoy completamente refutada por economistas y sociólogos de las más distintas escuelas, y, sobre todo, por los hechos.
En primer lugar, la estadística prueba que no es cierto que la población crezca en progresión geométrica. La población de Europa sólo se elevó en el siglo XIX de 1725 a 360.000.000 de habitantes. La misma escuela positiva, por boca de Spencer, cree que en el porvenir es de esperar un decrecimiento de población, en lugar de un aumento de la misma, como consecuencia del incremento de la individuación, característica de la civilización moderna, que produce una disminución de fuerza nerviosa, y una atenuación, por tanto, de la fecundidad de la especie humana.
Tampoco la proporción aritmética de las subsistencias ha resultado comprobada, sino que, por el contrario, han crecido en una proporción mucho mayor, y los nuevos territorios ocupados y los descubrimientos técnicos y químicos prometen casi inagotables recursos para el porvenir. En Francia, 32 millones de habitantes recolectaron, en 1820, 50.000.000 de hectolitros de trigo, y 38.250.000 habitantes recolectaron, en 1890, más de 100.000.000 de hectolitros.
Por otra parte, Malthus no tuvo en cuenta el aumento de la capacidad industrial del hombre, merced a la cual puede un individuo quintuplicar y hasta decuplicar la potencia industrial de su padre. El ejemplo de los Estados Unidos, donde la población se doblaba cada veinticinco o treinta años, sin que [573] los productos agrícolas escaseasen, vino también a deponer en contra de la doctrina de Malthus, y basándose en ello, proclamó Enrique Carey la doctrina opuesta, de que la densidad creciente de la población equivale a una facilidad creciente de producción, tesis en apoyo de la cual se alega: 1º Que la agricultura moderna tiene a su disposición capitales más considerables que nunca, y cultiva terrenos cada vez más fértiles, por lo que su producción aumenta en una proporción mucho más considerable que en progresión aritmética; 2º Que no ha de considerarse solamente la producción agrícola sino la producción en la cual aumenta con más rapidez que la población, y 3º Que cuantos más obreros hay, más se aumenta la producción y en mayor número se acumulan los capitales disponibles.
Por su parte, M. Cauwes, aceptando los argumentos de Carey, dice que la tendencia constante al exceso de población es inverosímil, y que los cambios internacionales alejan todo peligro de hambre (Précis d'Economie Politique, págs, 177 y sigs.), e Ives Guyot, fundándose en estadísticas y gráficos del movimiento de la población y de la riqueza en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, llega a decir que los hechos formulan la ley de Malthus vuelta del revés, es decir, que la riqueza crece en progresión geométrica y la población en progresión aritmética (La Science Economique, París 1887, págs. 217 y sigs.). Por otra parte, hablando Berthelot de los progresos de la química, llega a prever, siquiera su visión tenga los caracteres de un sueño, que tales progresos suprimirán el problema de la existencia mediante el cultivo del suelo. «En principio, dice justificando su aserto, el problema de la fabricación de las substancias alimenticias está ya resuelto, la síntesis de las grasas y los aceites está realizada hace cuarenta años: la de los azúcares e hidratos de carbono se ha realizado en nuestros días, y la de los cuerpos azoados no está lejos de nosotros... Día llegará en que todos y cada uno llevarán consigo para alimentarse su pequeña tableta de materia azoada, su trozo de grasa, fécula o azúcar, todo producido económicamente por nuestras fábricas, y todo ello independiente de los acontecimientos, de la lluvia o de la sequía... todo, en fin, exento de microbios patógenos.» (Discurso pronunciado en la Academia de Ciencias de París el 5 de Abril de 1894, y publicado en Le Temps del 7 de Abril de mismo año).
Para que nada quede de las doctrinas de Malthus, los socialistas modernos sostienen que la causa de la miseria no es la población, sino la actual organización económica. Así lo reconoce Bebel, quien añade que a la hora presente y por mucho tiempo todavía, lejos de haber exceso de hombres no existen bastantes en Europa para alcanzar una completa civilización, y que en cuanto a las otras partes del mundo, los países más fecundos y fértiles se hallan hoy completamente incultos o poco menos, porque su roturación exige masas colonizadoras de millares de brazos (La mujer ante el socialismo, traducción española de doña E. Pardo Bazán, Madrid, págs. 293 y sigs.); y hasta Darwin, cuya teoría de la selección fue, según él mismo asegura, sugerida por la doctrina de Malthus, considera que el exceso de población en lugar de ser funesto es beneficioso, pues gracias a él se realiza la selección natural que es el elemento del progreso.
Nada tiene, pues, de extraño, que exista hoy una poderosa corriente antimalthusiana, y que Oppenheimer llegue a estas conclusiones: 1ª La producción tiende a exceder a la población; 2ª El aumento de población es causa de riqueza, y 3ª La miseria es independiente de la cuestión demográfica (Das Bevolkerungsgesetz des Malthus und der neuerer National oekonomie; Darstellung und Critik, Berlín 1901).
La verdadera solución está entre las dos teorías extremas, y no es ecléctica sino armónica. Tan cierto es que la población no aumenta sino con lentitud, como que en el trabajo agrícola los progresos son lentos y difíciles, de tal manera, que siguen el movimiento aumentativo de la población, pero ordinariamente no le adelantan. Se ve en esto un orden providencial. Tan ilusorio es suponer que el hombre por más trabajo que emplee habrá de verse condenado a la miseria (pesimismo económico), como que los productos de la industria agrícola llegarán a ser indefinidos y la vida fácil y dulce para el mayor número de los humanos (optimismo). Los pueblos necesitan trabajar para subsistir, y si trabajan con trabajo constante y fecundo, la población, aunque sea abundante, vivirá con desahogo; mas si el trabajo se abandona, la miseria hará su aparición, aunque la población no sea abundante, siendo muy de observar que los pueblos en decadencia se lamentan de la falta de brazos, por virtud de la cual no pueden proveer a su subsistencia. La fórmula divina replete terram et subiicite eam, continúa siendo la solución de la cuestión. El supremo mal no es la pobreza, sino el desorden moral; en muchos casos la pobreza es aguijón del genio y muchos inventos han tenido su origen en la necesidad. La restricción legal del matrimonio no resuelve la cuestión, pues sólo produce un mayor número de uniones ilegítimas y un aumento de la prostitución, como ocurrió en Baviera, en donde fue necesario suprimir la ley restrictiva. Negar a los pobres el matrimonio, es conculcar uno de los más sagrados derechos del hombre, y hacerlo más dura y sensible la pobreza, y si bien es cierto que no debe olvidarse el consejo de que debe contarse con recursos para sostener la familia, no debe tampoco llevarse la previsión al extremo de convertir el consejo en regla obligatoria; en ocasiones, el mismo matrimonio, suele ser un remedio a la pobreza, ya que el dar dirección fija y ordenada a la vida, estimula la laboriosidad, y la emigración y la colonización sabiamente dirigidas sirven para alejar el menor resto de temor al peligro que Malthus se forjó.
En cuanto al neomalthusianismo, queda probado, con lo que antecede que carece de base científica, y los hechos ponen de manifiesto sus dolorosos resultados. El fraude conyugal hastía a los esposos y produce el recíproco desafecto y la infidelidad. La doctrina del hijo único hace disminuir las virtudes familiares y produce el relajamiento de los caracteres, pues, como observa Bertillón, no sólo hace que la formación moral del único vástago sea defectuosa, por regla general, sino que, al convertirlo en el único heredero, le vuelve perezoso. Los efectos de las prácticas neomalthusianas en la higiene física, y social son deplorables: según Opisso, son productoras de la difusión de la neurastenia (Medicina social, Barcelona pág. 222), y, como observa Mornet, la vitalidad material disminuye siempre proporcionalmente a la vitalidad moral (La potection de la maternité en France. Etude de d'Hygiène sociale, París 1910, página 21). En el orden exterior, la vida y la grandeza de los Estados dependen del número de sus [574] habitantes y de la moralidad de su vida: cuando un pueblo es insuficiente para ocupar y defender un territorio, no tarda otro en apoderarse de él.
En cuanto a las causas de difusión del neomalthusianismo, puede reobrarse contra ellas: protegiendo el Estado los deberes de la maternidad en la mujer, haciendo inversamente proporcional el impuesto de sucesión al número de hijos, favoreciendo en materia fiscal a las familias numerosas, sobre todo tratándose de impuestos indirectos, concediendo premios a los matrimonios con hijos numerosos (en Alemania el emperador es padrino del séptimo hijo que tengan sus súbditos), rehabilitando la consideración del trabajo manual, suprimiendo la dote de las hijas y combatiendo la inmoralidad y reprimiendo enérgicamente la propaganda de ideas neomalthusianas, como lo hizo Bélgica en 1908, impidiendo la tolerancia que con ellas tienen los tribunales de justicia (véanse, por ejemplo, las sentencias dadas en juicio por jurados en la Audiencia de Barcelona en 16 de Marzo y 7 de Junio de 1906 y 2 de Julio de 1908, que cita Castán en su obra Crisis del matrimonio, Madrid 1914, pág. 570, nota 2) y restableciendo el sentido religioso de la vida y el imperio de la moral católica que prescriben la dignidad en el matrimonio, condenan el vicio de Onán y conservan como un mandato divino la multiplicación de la especie y la vida por el trabajo, así como aconsejan el sacrificio individual en aras del interés social. Ver, Matrimonio y Población.

Crítica de la Teoría Malthusiana

La teoría puede ser caracterizada brevemente así: En su forma más extrema y abstracta es falsa; en su forma más moderada nunca ha sido demostrada y nunca se podrá demostrar; aunque sea cierta, es tan hipotética, y sujeta a tantos factores que la perturban, que no es de ningún valor práctico o importancia. Es, por supuesto, abstracta o teóricamente posible que población pueda exceder el sustento, sea temporal y localmente, o permanente y universalmente. Esta posibilidad frecuentemente se ha dado entre pueblos salvajes, y de vez en cuando entre pueblos civilizados, como en el caso del hambre. Pero la teoría de Malthus implica algo más que una posibilidad abstracta o una realidad temporal y local. Afirma que la población muestra una tendencia constante a acabar con el suministro de comida, una tendencia, por consiguiente, que siempre está a punto de convertirse en una realidad si no se neutraliza. En las seis ediciones de su trabajo que aparecieron en vida de Malthus, esta tendencia fue descrita en la fórmula de que la población tiende a aumentar en progresión geométrica, como, 2, 4, 8, etc., mientras el aumento total del sustento que puede esperarse está según una proporción aritmética, como, 2, 3, 4, etc. Hasta ahora por lo que sabemos, la población nunca ha aumentado en proporción geométrica en ningún periodo considerable; pero nosotros no podemos mostrar que tal aumento, por medios naturales, es fisiológicamente imposible. Todo lo que implica es que cada matrimonio debe tener un promedio de cuatro niños, que a su vez se casarían y tendrían el mismo número de niños por pareja, y que esta proporción debería mantenerse indefinidamente. No es, sin embargo, verdad que sólo pueden aumentarse los medios de vida en una proporción aritmética. Durante el siglo XIX esta proporción se excedió considerablemente en muchos países (cf. Wells, "Cambios Económicos Recientes"). La visión de Malthus en este punto se basaba en un conocimiento bastante limitado de lo que había pasado antes de su época. Él no previó las grandes mejoras en producción y transporte que, unos años más tarde, aumentaron muchísimo los medios de subsistencia en todos los países civilizados. En otras palabras, él comparó la fecundidad potencial de hombre, los límites que eran bien conocidos, con la fertilidad potencial de la tierra y los logros potenciales de invención humana, ninguno de los cuales era conocido ni de cerca. Éste era un método malo, y su resultado en las manos de Malthus era una teoría falsa.
Aún descartando la formulación matemática de la teoría, y examinándola en su forma más moderada, como una mera afirmación de que la población tiende a acabar con el sustento, encontramos que la teoría no puede demostrarse. Los hechos aducidos por Malthus en apoyo de su disputa eran relacionados a la insuficiencia del suministro de comida en muchos países en muchos momentos diferentes. Ahora bien, es verdad que a los pueblos bárbaros y a los que dependen de la pesca y de la caza para sobrevivir frecuentemente les ha faltado la subsistencia, sobre todo cuando no podían o no querían emigrar; pero con frecuencia tal no ha sido el caso durante cualquier época considerable entre naciones civilizadas. La necesidad de comida entre los últimos normalmente ha sido debida a una mala organización industrial y a una mala distribución, en lugar de deberse a la pobreza de la naturaleza, o la improductividad de hombre. Incluso hoy una gran proporción de los habitantes de los países es insuficientemente nutrida, pero ninguna persona inteligente atribuye esta situación a un exceso absoluto de población por encima de la subsistencia o de la productividad. Puesto que Malthus no prestó atención suficiente a los males de distribución, él no demostró que su teoría fuera verdad en general, aún en el tiempo anterior a que él escribiera; puesto que él no sospechó las grandes mejoras en producción que pronto tendrían lugar, mucho menos pudo demostrar que sería universalmente válido. Aunque admiten la debilidad de su argumento, algunos de sus seguidores más tarde insisten que la teoría es verdad de una manera general. Población, si no es una regulada prudentemente en los matrimonios y nacimientos, puede y en toda probabilidad a menudo acabará el sustento, debido a la ley de ingresos disminuidos (cf. Hadley, "Economía").
Aunque Malthus parece haber tenido un poco de conocimiento de esta ley, él no la usó como la base de sus conclusiones. Ahora bien, la "ley de ingresos disminuidos" simplemente es la frase por la que los economistas describen el hecho muy conocido de que un hombre no puede seguir aumentando indefinidamente la cantidad de capital y labor que él realiza en un pedazo de tierra, y seguir consiguiendo ingresos aprovechables. Tarde o temprano se alcanza un punto en el que el producto del último incremento de gasto es menor que el gasto en sí. Este punto ya se ha alcanzado en muchas regiones, de donde una parte de la población es empujada a irse a otra tierra. Cuando ello sea alcanzado en todas partes, la población excederá universalmente la subsistencia. Declarado así, el Malthusianismo parece ser irrefutable. No obstante la ley de ingresos disminuidos, como todas las leyes económicas, sólo es verdad en ciertas condiciones. Cambie las condiciones, en este caso los métodos de producción, y la ley no es operativa por más tiempo. Con nuevos procesos productivos, futuros gastos de labor y capital se vuelven rentables, y el punto de ingresos disminuidos se va más lejos. Este hecho ha recibido ilustración frecuente en la historia de la agricultura y las minas. Aunque es verdad que no siempre se descubren nuevos métodos cuando se necesitan, y que a menudo los hombres encuentran más rentable gastar sus recursos adicionales en tierras nuevas que en viejas, también es verdad que no podemos poner ningún límite definido al poder inventivo de hombre, ni a la fertilidad potencial de naturaleza. Hablando absolutamente, nadie puede asegurar que estas dos fuerzas no podrán modificar las condiciones en las que la ley de ingresos disminuidos opera indefinidamente, para que la subsistencia guarde el paso con la población con tal de que los hombres tengan habitación en la tierra. Por otro lado, no podemos demostrar que si la población fuera aumentar a al límite de sus posibilidades fisiológicas, sería provista suficientemente por la fertilidad de la naturaleza y la inventiva del hombre. Estamos tratando aquí con tres cantidades desconocidas. Sobre tal base es imposible ya sea establecer una ley social, o refutar de manera conclusiva cualquier generalización particular que pueda ser establecida. En tercer lugar, la teoría Malthusiana, aun siendo verdadera, no es de ningún uso práctico. La convicción que la población, sin obstáculos, presionará inevitablemente la subsistencia no nos aterra, cuando comprendemos que siempre se ha verificado, por celibato, los matrimonios tardíos, guerra, calamidades naturales, y otras fuerzas que no sean la escasez de sustento. La pregunta práctica para cualquier pueblo es si éstos obstáculos de no-escasez pudiesen guardar la población dentro de los límites de los recursos productivos de la gente. Hasta ahora en lo que interesa a las naciones del mundo Occidental, esta pregunta puede contestarse afirmativamente.
El uso de obstáculos preventivos, como el aplazamiento del matrimonio, el aborto, y la esterilidad artificial se ha vuelto tan común que la tasa de nacimientos ha disminuido en el último medio-siglo casi en todas partes, y no hay ninguna indicación de una reacción en el futuro cercano. Durante el mismo período la proporción de producción de alimento ha aumentado considerablemente. Es más, el declive en la tasa de nacimientos ha sido más pronunciado entre esas clases cuyas la subsistencia es muy amplia, haciendo pensar así en la probabilidad de que se volverá igualmente prevaleciente entre las clases más pobres en cuanto su nivel de vida se eleve. La contingencia de que los hombres puedan algún día volverse tan descuidado de altos niveles de vida como para abandonar los métodos presentes de restricción es demasiado remoto para justificar la ansiedad por parte de esta generación. Asumamos, sin embargo, que, bajo la influencia de la religión y de la enseñanza moral, se descartaran todos los métodos preventivos inmorales de población. Aun así, nosotros no tenemos ninguna razón para dudar que los obstáculos legales, como la virtud del celibato, sea temporal o permanente, y la disminución de fecundidad que parece ser un incidente necesario de la vida moderna, particularmente en las ciudades, sería suficiente para conservar bien a los habitantes del mundo dentro de los límites de sus poderes productivos. Hasta ahora por lo que vemos en la actualidad, la teoría Malthusiana, aunque verdadera en lo abstracto y lo hipotético, es tan hipotética, pues asume la ausencia de tantos factores que siempre es probable que estén presentes, que no merecería ser tomada en cuenta seriamente, excepto como un medio de ejercicio intelectual. Como ley de población, es tan valiosa como otras leyes pasadas por los economistas clásicos. Es al menos tan remota de la realidad como el "hombre económico."
Aún así, esta teoría encontró aceptación inmediata y casi universal. El libro que la exponía pasó por seis ediciones en vida de Malthus, y ejerció una influencia notable en la economía, la sociología y la legislación de la primera mitad del siglo XIX. Además de un sector de los Socialistas, el grupo más importante de escritores que rechazan la teoría Malthusiana ha sido de economistas católicos, como Liberatore, Devas, Pesch, Antoine (cf. Pesch, "el der de Lehrbuch Nationalökonomie", II, 598). Siendo pesimista y individualista, la enseñanza de Malthus estaba de acuerdo completamente con el temple y las ideas de su tiempo. El dolor era profundo y general, y las teorías políticas y económicas del día favorecieron la política de laissez faire. Quizás se deba más a él que a ningún otro escritor, la mala reputación de los economistas ortodoxos, como opositores de la legislación en los intereses de las clases más pobres. En palabras de Devas, "El Malthusianismo ha sido en la práctica un grave desaliento a todas las obras de reforma social y de legislación humana, que parecían un sentimiento tonto que derrota sus objetivos amables al animar la población" (Economía Política, 2 ed., pág. 198). Malthus declaró que los pobres crearon su propia pobreza casándose sin previsión alguna, y que cualquier sistema general de alivio para los pobres sólo aumentaba y prolongaba la raíz mala, la superpoblación que ellos sufrían (libro IV del Ensayo, passim).
Aunque él tenía una simpatía genuina por los pobres, y creía que la práctica del "refrenamiento moral" posponiendo o previendo el matrimonio era el único medio de mejorar su condición permanentemente, su enseñanza recibió la aprobación cordial de las clases más adineradas, porque ello tendía a relevarlos de "responsabilidad por la condición de las clases obreras, mostrando que estos últimos se tenían que culpar principalmente a sí mismos, y no tenían que culpar la negligencia de sus superiores ni las instituciones del país" (Ingram, "Historia de la Economía Política", pág. 121). Sus discípulos más recientes entre los economistas comprenden que una mejora en la condición de las masas estaba en estimular una porcentaje más bajo de nacimientos, por consiguiente ellos no se oponen a todas las medidas legislativas para mejorar su condición. Muchos de ellos, sin embargo, han exagerado los beneficios sociales y morales de un porcentaje bajo de nacimientos, y han aprobado las prácticas inmorales y destructivas de las que depende implícitamente. La ironía de la situación es que los obstáculos preventivos, morales e inmorales, han sido adoptados en su mayoría por las clases ricas y cómodas, que en opinión de Malthus, no eran llamadas a hacer ninguna contribución personal a la limitación de población.
Los resultados más notables de la obra y enseñanza de Malthus pueden resumirse como sigue: él no contribuyó absolutamente con nada de valor para el conocimiento humano o bienestar. Los hechos que describió y los remedios que propuso habían sido por mucho tiempo suficientemente obvios y suficientemente conocidos. Aunque él dio énfasis y atrajo la atención de una manera llamativa a la posibilidad de superpoblación general, la exageró exageradamente, y así desencaminó y dirigió erradamente la opinión pública. Si él hubiera estado mejor informado y visto los hechos de población en sus verdaderas relaciones, habría comprendido que los remedios apropiados serían buscados en mejores arreglos sociales e industriales, una mejor distribución de la riqueza, y una educación moral y religiosa mejorada. Como han sucedido las cosas, su enseñanza directa o indirectamente ha llevado a una inmensa cantidad de error social, negligencia, sufrimiento e inmoralidad.

  ©Template by Dicas Blogger.