7.1. Voces en contra

Jonathan Swift escribió un manifiesto irónico titulado “Una modesta proposición” en el que denunciaba las políticas contra las pobres por parte del gobierno.
En su artículo denunciaba la existencia de niños mendigando por las calles de Dublín, y como solución a los niños que no pueden ser mantenidos por sus padres, Swift proponía criarlos hasta la edad de un año, que es la edad en la que el bebé sólo necesita alimentarse de leche materna, para después ser vendidos como alimento, puesto que "un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o en un ragout". Pudiendo el gobierno entonces despreocuparse de los niños pobres irlandeses.

UNA POLÍTICA DE SANEAMIENTO DE LA ECONOMÍA INGLESA
"Es un Triste espectáculo para quienes transitan por esta gran ciudad o recorren el campo, ver por las calles, por los caminos o las puertas de las cabañas, esa multitud de mujeres que mendigan seguidas por tres, cuatro o seis niños andrajosos, molestando al transeúnte para que les den limosna…
Pero no es mi intención preocuparme sólo de los niños de los mendigos declarados. Quiero referirme a algo de mucha mayor amplitud, abarcando a todas las criaturas de cierta edad a cuyos padres les resultan tan difícil mantenerlas como a los de esas otras que imploran nuestra caridad por las calles…
Por tanto, me permito proponer humildemente a la consideración pública, que de los 120.000 niños pobres de que se tiene noticia, se reserven 20.000 para la cría… y que los 100.000 restantes, cuando cumplan un año de edad, sean ofrecidos en venta a personas distinguidas y acaudaladas de todo el Reino, aconsejándose a las madres que los amamanten abundantemente en el último mes con objeto de que los críos estén bien rollizos para ser servidos en una mesa de alta categoría…
Reconozco que este alimento resultaría algo raro y por ello muy adecuado para terratenientes, quienes, por haber devorado ya a casi todos los padres, parecen tener más derecho a los niños…
Declaro, con el corazón en la mano, que no tengo interés personal alguno en fomentar esta necesaria tarea, y que sólo me mueve el bien público de mi patria, estimular nuestro comercio, atender a la infancia, aliviar a los pobres y proporcionar algún placer a los ricos. No tengo niños con que ganar ni un solo penique, ya que mi hijo menor ha cumplido ya los nueve años y mi mujer ha pasado de la edad de poder darme más”. Jonathan Swift, 1729

El escritor católico Chesterton usaba también de la ironía para criticar las soluciones maltusianas.

“Pensad en este sencillo ejemplo y os haréis cabal idea de lo que ocurre en los cerebros a la moderna. Figuraos que tenemos diez niños a quienes hay que proveer de sombrero y que no tenéis más que ocho sombreros disponibles. Un espíritu sereno y que obrase a derechas no consideraría un imposible hacer dos más, dirigirse al que los fabrica y persuadirle que hiciera los necesarios, protestar contra la injustificada tardanza en la entrega, castigar a quien los prometió y no cumple lo prometido. Pero el espíritu moderno propondría, que, cortando la cabeza a dos niños, no tendría ya necesidad de sombrero y habría bastantes con los que teníamos ya. Si se les sugiere que las cabezas son de más valor que los sombreros, os dirán que esas sutilezas son pura metafísica y que la pretensión de que el sombrero esté hecho para la cabeza y no la cabeza para el sombrero es un dogma que ya pasó a la historia. El texto, recubierto ya del polvo de los archivos, que reza que el cuerpo es más digno que el vestido que lo cubre; el perjuicio secular que prefiere la vida de los niños al acomodo sistemático de los sombreros; todo ello es despreciado, cuando no ignorado. El espíritu moderno tiene una lógica implacable: al verdugo toca remediar las faltas del sombrerero. Poco importa a la lógica de las cosas que se trate de casas o de sombreros: uno es el error fundamental: comenzamos por mal cabo porque nunca nos hemos tomado el trabajo de investigar por dónde convendría comenzar” Chesterton. Revista America, 29 oct. 1921

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