2.3. El neomalthusianismo
Hubo discípulos de Malthus que moderaron la doctrina del maestro, otros fueron mucho más allá de lo que éste se proponía, dando lugar con ello a que se viera en el malthusianismo una doctrina que, no sólo aconsejaba reflexionar antes de contraer matrimonio, sino que exigía que sólo se tuviera un pequeño número de hijos, amenazando a los que así no lo hicieran con la miseria, la muerte prematura y la pérdida de los hijos, y declarando que la sociedad no sería responsable de su imprevisión y permanecería indiferente a su desgracia.
En realidad, Malthus sólo aconsejó como único medio preventivo de la superpoblación, el celibato honesto, declarando que entendía por constricción moral, la que un hombre se impone respecto del matrimonio, por un motivo de prudencia, cuando su conducta, durante este tiempo, es estrictamente moral, y que su objeto práctico era tan sólo mejorar la suerte de las clases inferiores de la sociedad. Sin embargo de estas declaraciones, algunos malthusianos, creyendo que era una cándida ilusión esperar de los célibes una estricta moralidad, buscaron otro medio más práctico para evitar el incremento de la población. Unos propusieron ahogar a los recién nacidos, sometiéndolos a una asfixia sin dolor (painless extinction); otros solicitaron el apoyo de los Gobiernos para impedir el matrimonio a los jóvenes sin recursos, o por lo menos para retardar la época de los casamientos, y lo lograron en algunos países como en Berna y en Mecklemburgo-Schewerin, y otros no vacilaron en hacer un llamamiento a los vicios más vergonzosos, tendencia esta última que caracteriza al moderno, malthusianismo. Ya Stuart Mill sostuvo que debía considerarse a las familias numerosas con el mismo desprecio que a la embriaguez u otro exceso corporal, y Garnier habló de la necesidad de la previsión conyugal. Las tendencias materialistas de los tiempos modernos, la guerra al espíritu religioso, y el deseo de goces, han conducido a preconizar y a desarrollar en la práctica la esterilidad voluntaria. Los principales iniciadores de esta teoría han sido Francisco Place, reformador francés, autor de la obra Ilustración y pruebas del principio de población (1822), Robert Dale Owen, autor de una Fisiología moral (1831), en que estaban expuestos los distintos métodos para impedir la concepción: los hermanos Drysdale, que fundaron en Inglaterra (1877) la Liga Malthusiana (Malthusian League), que tiene su órgano, en la prensa, The Malthusian.
El mal se ha extendido por Holanda, donde existe también una liga malthusiana, que publicaba en La Haya un periódico titulado Het Glukkig Huisgezin y ha llegado hasta Alemania fundándose la liga neomalthusiana alemana, cuyo órgano es la revista Sozial Armoni, de Stuttgart. Los socialistas, si bien no son malthusianos en la organización social actual, creen que la doctrina habrá de aplicarse en el futuro estado socialista, ya que entonces, habiendo desaparecido la necesidad y la guerra y suprimidos todos los obstáculos y trabas naturales, el acrecentamiento de la población será harto rápido y excesivo. Así lo dice Ziegler (La cuestión social es una cuestión moral, Barcelona 1904, tomo 2º, pág. 109), y fundado en ello atribuye Hertzka al Estado socialista la intervención en el acrecentamiento de la población, y quiere Schäffle un matrimonio que produzca el número de hijos que sea posible mantener, tanto más cuanto que la restricción legal del número de hijos sería necesaria en el Estado socialista para evitar la desigualdad en el reparto de las riquezas. A su vez, muchos [572] anarquistas preconizan el neomalthusianismo como medio de hacer la guerra a la actual sociedad burguesa.
Así Luis Bulffi en su obra Huelga de vientres (Oporto 1906), cree que con ello no se fomentaría la explotación del hombre por el hombre, y se negarían elementos a la producción capitalista, al militarismo y a la miseria, obteniéndose la inmediata ventaja de mejorar la situación económica de los trabajadores, disminuir el número de éstos, rebajar las horas de trabajo y llegar hasta la abolición del salario. Esta tendencia (que desconoce el que la organización social actual no depende del número de individuos), ha encontrado una gran aceptación en Francia, donde se distinguió por su actividad en propagarla el célebre médico Paul Robin, que formó numerosos grupos neomalthusianos, fundó la Liga de la regeneración humana, para enseñar las prácticas anticoncepcionistas, publicando una revista mensual con el título de Regeneration, en París, y un folleto denominado Generation volontaire, con el mismo objeto. La propaganda ha pasado también a España. Mateo Morral tradujo la obra de Robin repartiéndola gratis entre las obreras y haciendo propaganda por España, y si bien Grave, Malato, Bonafulla y Federico Urales combatieron la teoría, ésta ha producido la llamada Liga de la regeneración humana, que tiene su centro en Barcelona, donde publica una revista semanal Salud y Fuerza, que, convertida en empresa editorial, divulga descarada e impunemente la infecundidad voluntaria y los métodos prácticos para obtenerla.
Los resultados de esta propaganda neomalthusiana se observan principalmente en Francia, en donde el aborto provocado (defendiéndose el derecho a él sin consideración a que el concebido es un ser humano y convirtiéndose su provocación en una profesión; Ver Aborto y Delincuencia), la ovariotomía [acerca de la cual declaraba en 1896 el doctor Canu que se había practicado en París 30 o 40.000 mujeres, y que existían en Francia 500.000 de ellas sin ovarios (citado por Fonsegrive, Mariage et union libre, París 1904, pág. 220)], y el onanismo y demás prácticas neomalthusianas, cuya difusión asustaría si pudiera ser conocida, han logrado disminuir la natalidad de tal manera, que es inferior a la mortalidad, haciendo que hombres de las más distintas tendencias (como Zola, en Fecondité; Bertillon, en la Depopulation de la France, y Leroy Beaulieu en La question de la population), hayan dado la voz de alerta, previendo la desaparición de Francia de la categoría de las naciones, hecho que, de seguirse por el mismo camino, señala el diario japonés Taiyó, de Octubre de 1904 (citado por Castan, La crisis del matrimonio, Madrid 1914, pág. 558), para fines del siglo actual.
Buscando los autores las causas que han podido producir esta aceptación de los principios neomalthusianos, la escuela de Le Play lo ha atribuido al móvil de conservar el patrimonio familiar, dado el régimen legal de partición hereditaria; pero esta explicación no basta, porque el hecho se da incluso en aquellas clases que carecen de bienes. Otros encuentran la explicación en las condiciones económicas de la sociedad moderna, que hacen pesada la paternidad e incierto el porvenir de los hijos, razones que si podrían tener aplicación tratándose de las clases burguesas, no la tienen en cuanto a la clase proletaria, en la cual los cuidados que se dedican a la infancia son bastantes sumarios y poco costosos, y los hijos comienzan pronto a aportar ingresos a la familia. Vacher de Lapouche encuentra la explicación en la tendencia del homo alpinus, y, sobre todo, del mestizo de alpinus y europeus, el individualismo, que le lleva a no sentir la necesidad moral de perpetuar su raza y a no sentir sino el aguijón material del placer (Les selections sociales, París 1896); mas tampoco esta teoría explica cómo los pueblos más prolíficos son actualmente los que tienen menor genio político, y como en el Oeste de Europa, asiento del espíritu nacional, es donde el fenómeno de la despoblación parece estar especialmente localizado. Spencer, Zola, Ellis, Leroy Beaulieu y otros, sostienen ser la civilización lo que disminuye la fecundidad; pero la causa no se encuentra en la civilización en sí misma, sino en los caracteres de egoísmo, feminismo, amoralismo e irreligión de la civilización actual.
En demostración de esta tesis alega Castán (obra cit., págs. 563 y sigs.): 1º El espíritu democrático, por virtud del cual, como escribe Arsenio Dumont, «el menor átomo de la plebe procura subir hasta la cúspide social, para lo que constituyen los hijos un obstáculo»; 2º El feminismo, que al emancipar a la mujer e igualar al hombre arrojándola en la lucha por la vida y el empleo, hace que no esté dispuesta a aceptar las molestias y la carga de la maternidad, y 3º El abandono de la religión y de la moral católicas, como lo prueban las observaciones de Etienne Rey (Maximes morales et inmorales, 2º ed., París 1914), Bertillón, Ellis (El sexo en relación con la sociedad, Madrid 1912), Tallquist (Investigaciones estadísticas sobre la tendencia a una menor fecundidad en los matrimonios, Helsingfors, 1886), Lacassagne (Les actes de L'Etat civil, Lyón-París), Perin y otros muchos, que prueban que los países más religiosos han sido siempre y son los que han tenido y tienen más hijos, y que el número de los matrimonios religiosos está en relación con el aumento de la natalidad.
En cierto sentido este sistema es el lógico resultado del Malthusianismo. Aunque Malthus se hubiera horrorizado de las prácticas de la más nueva teoría, sus propias recomendaciones eran mucho menos eficaces como medios para el objetivo común de ambos sistemas. Los Neo-Malthusianos comprenden mejor que él, que para restringir la población deliberadamente a la magnitud deseada, además de una casta abstención o del aplazamiento de matrimonio otros métodos son necesarios. Por ello, instan a los matrimonios a usar dispositivos artificiales e inmorales para evitar la concepción. Algunos de los líderes más prominentes de este movimiento eran Robert Dale Owen, John Stuart Mill, Charles Bradlaugh, y Annie Besant. Con ellos merecen ser asociado muchos economistas y sociólogos que implícitamente defienden las mismas prácticas, ya que ellos defienden un nivel de vida confortable que crezca indefinidamente, e instan a la limitación de descendencia como el medio seguro con que la labor los obreros pagados más pobres puede ser hecho más escaso y estimado. Algunos de los líderes del Neo-Malthusiananismo en Inglaterra sostuvieron que ellos estaban simplemente recomendando a los pobres lo que los ricos denunciaban pero que en secreto practicaban.
En común con la teoría más antigua de la cual toma su nombre, el Neo-malthusianismo asume que la población sin restricciones excederá el sustento, pero por sustento se indica una nivel de confort liberal, e incluso progresivamente ascendiente. Con toda probabilidad esta disputa es correcta, por lo menos, en la última forma; pues todas las indicaciones están en contra de la suposición de que la tierra puede dar un nivel de confort ascendiente indefinidamente de consuelo para una población que continúa aumentando hasta el límite de su capacidad fisiológica. Por otro lado, las prácticas y las consecuencias del sistema son más fútiles, engañosos y desastrosas que los del Malthusianismo. Las prácticas son intrínsecamente inmorales, implicando la perversión de las facultades y funciones naturales, por no decir nada de su efecto injurioso sobre la salud física. La condición tenía como objetivo a, a saber, la familia pequeña o sin niños en absoluto, desarrollando un grado de egoísmo y de autoindulgencia que disminuyen muy considerablemente la capacidad por el servicio social, el altruismo, y toda forma de logro industrial e intelectual. Por ende, los economistas, sociólogos y médicos de Francia condenan la baja tasa de nacimientos y las familias pequeñas como un grave mal nacional y social. En el lado industrial, neo-malthusianismo pronto derrota su propio fin; pues el egoísmo acrecentado y el disminuído estímulo al trabajo es seguido naturalmente por un rendimiento más bajo del producto. Si la restricción de descendencia se confinara a las clases más pobres, la mano de obra se volvería de hecho relativamente escasos en relación con los tipos más altos de trabajo, y sus sueldos subirían, dado que su productividad no se disminuía por la deterioración de carácter. Es un hecho, sin embargo, que las clases acomodadas adoptan el método mucho más que las pobres, con el resultado que el suministro excesivo de mano de obra no cualificada se aumenta en lugar de disminuir. Donde todas las clases se entregan a la práctica, la sobreoferta de mano de obra no cualificada permanece relativamente inalterada. Los sueldos de todas las clases en Francia son más bajos que en Alemania, Inglaterra, o los Estados Unidos (cf. Decimoquinto Informe Anual del Comisionado de Mano de Obra). Finalmente, un nivel de confort constantemente creciente afianzada por las prácticas y la atmósfera moral de los medios del neo-malthusianismo no significa un nivel de vida más alto, sino uno más bajo; no conlleva cultura más genuina o valores morales más altos, sino placeres físicos más abundantes y un materialismo más refinado.
En realidad, Malthus sólo aconsejó como único medio preventivo de la superpoblación, el celibato honesto, declarando que entendía por constricción moral, la que un hombre se impone respecto del matrimonio, por un motivo de prudencia, cuando su conducta, durante este tiempo, es estrictamente moral, y que su objeto práctico era tan sólo mejorar la suerte de las clases inferiores de la sociedad. Sin embargo de estas declaraciones, algunos malthusianos, creyendo que era una cándida ilusión esperar de los célibes una estricta moralidad, buscaron otro medio más práctico para evitar el incremento de la población. Unos propusieron ahogar a los recién nacidos, sometiéndolos a una asfixia sin dolor (painless extinction); otros solicitaron el apoyo de los Gobiernos para impedir el matrimonio a los jóvenes sin recursos, o por lo menos para retardar la época de los casamientos, y lo lograron en algunos países como en Berna y en Mecklemburgo-Schewerin, y otros no vacilaron en hacer un llamamiento a los vicios más vergonzosos, tendencia esta última que caracteriza al moderno, malthusianismo. Ya Stuart Mill sostuvo que debía considerarse a las familias numerosas con el mismo desprecio que a la embriaguez u otro exceso corporal, y Garnier habló de la necesidad de la previsión conyugal. Las tendencias materialistas de los tiempos modernos, la guerra al espíritu religioso, y el deseo de goces, han conducido a preconizar y a desarrollar en la práctica la esterilidad voluntaria. Los principales iniciadores de esta teoría han sido Francisco Place, reformador francés, autor de la obra Ilustración y pruebas del principio de población (1822), Robert Dale Owen, autor de una Fisiología moral (1831), en que estaban expuestos los distintos métodos para impedir la concepción: los hermanos Drysdale, que fundaron en Inglaterra (1877) la Liga Malthusiana (Malthusian League), que tiene su órgano, en la prensa, The Malthusian.
El mal se ha extendido por Holanda, donde existe también una liga malthusiana, que publicaba en La Haya un periódico titulado Het Glukkig Huisgezin y ha llegado hasta Alemania fundándose la liga neomalthusiana alemana, cuyo órgano es la revista Sozial Armoni, de Stuttgart. Los socialistas, si bien no son malthusianos en la organización social actual, creen que la doctrina habrá de aplicarse en el futuro estado socialista, ya que entonces, habiendo desaparecido la necesidad y la guerra y suprimidos todos los obstáculos y trabas naturales, el acrecentamiento de la población será harto rápido y excesivo. Así lo dice Ziegler (La cuestión social es una cuestión moral, Barcelona 1904, tomo 2º, pág. 109), y fundado en ello atribuye Hertzka al Estado socialista la intervención en el acrecentamiento de la población, y quiere Schäffle un matrimonio que produzca el número de hijos que sea posible mantener, tanto más cuanto que la restricción legal del número de hijos sería necesaria en el Estado socialista para evitar la desigualdad en el reparto de las riquezas. A su vez, muchos [572] anarquistas preconizan el neomalthusianismo como medio de hacer la guerra a la actual sociedad burguesa.
Así Luis Bulffi en su obra Huelga de vientres (Oporto 1906), cree que con ello no se fomentaría la explotación del hombre por el hombre, y se negarían elementos a la producción capitalista, al militarismo y a la miseria, obteniéndose la inmediata ventaja de mejorar la situación económica de los trabajadores, disminuir el número de éstos, rebajar las horas de trabajo y llegar hasta la abolición del salario. Esta tendencia (que desconoce el que la organización social actual no depende del número de individuos), ha encontrado una gran aceptación en Francia, donde se distinguió por su actividad en propagarla el célebre médico Paul Robin, que formó numerosos grupos neomalthusianos, fundó la Liga de la regeneración humana, para enseñar las prácticas anticoncepcionistas, publicando una revista mensual con el título de Regeneration, en París, y un folleto denominado Generation volontaire, con el mismo objeto. La propaganda ha pasado también a España. Mateo Morral tradujo la obra de Robin repartiéndola gratis entre las obreras y haciendo propaganda por España, y si bien Grave, Malato, Bonafulla y Federico Urales combatieron la teoría, ésta ha producido la llamada Liga de la regeneración humana, que tiene su centro en Barcelona, donde publica una revista semanal Salud y Fuerza, que, convertida en empresa editorial, divulga descarada e impunemente la infecundidad voluntaria y los métodos prácticos para obtenerla.
Los resultados de esta propaganda neomalthusiana se observan principalmente en Francia, en donde el aborto provocado (defendiéndose el derecho a él sin consideración a que el concebido es un ser humano y convirtiéndose su provocación en una profesión; Ver Aborto y Delincuencia), la ovariotomía [acerca de la cual declaraba en 1896 el doctor Canu que se había practicado en París 30 o 40.000 mujeres, y que existían en Francia 500.000 de ellas sin ovarios (citado por Fonsegrive, Mariage et union libre, París 1904, pág. 220)], y el onanismo y demás prácticas neomalthusianas, cuya difusión asustaría si pudiera ser conocida, han logrado disminuir la natalidad de tal manera, que es inferior a la mortalidad, haciendo que hombres de las más distintas tendencias (como Zola, en Fecondité; Bertillon, en la Depopulation de la France, y Leroy Beaulieu en La question de la population), hayan dado la voz de alerta, previendo la desaparición de Francia de la categoría de las naciones, hecho que, de seguirse por el mismo camino, señala el diario japonés Taiyó, de Octubre de 1904 (citado por Castan, La crisis del matrimonio, Madrid 1914, pág. 558), para fines del siglo actual.
Buscando los autores las causas que han podido producir esta aceptación de los principios neomalthusianos, la escuela de Le Play lo ha atribuido al móvil de conservar el patrimonio familiar, dado el régimen legal de partición hereditaria; pero esta explicación no basta, porque el hecho se da incluso en aquellas clases que carecen de bienes. Otros encuentran la explicación en las condiciones económicas de la sociedad moderna, que hacen pesada la paternidad e incierto el porvenir de los hijos, razones que si podrían tener aplicación tratándose de las clases burguesas, no la tienen en cuanto a la clase proletaria, en la cual los cuidados que se dedican a la infancia son bastantes sumarios y poco costosos, y los hijos comienzan pronto a aportar ingresos a la familia. Vacher de Lapouche encuentra la explicación en la tendencia del homo alpinus, y, sobre todo, del mestizo de alpinus y europeus, el individualismo, que le lleva a no sentir la necesidad moral de perpetuar su raza y a no sentir sino el aguijón material del placer (Les selections sociales, París 1896); mas tampoco esta teoría explica cómo los pueblos más prolíficos son actualmente los que tienen menor genio político, y como en el Oeste de Europa, asiento del espíritu nacional, es donde el fenómeno de la despoblación parece estar especialmente localizado. Spencer, Zola, Ellis, Leroy Beaulieu y otros, sostienen ser la civilización lo que disminuye la fecundidad; pero la causa no se encuentra en la civilización en sí misma, sino en los caracteres de egoísmo, feminismo, amoralismo e irreligión de la civilización actual.
En demostración de esta tesis alega Castán (obra cit., págs. 563 y sigs.): 1º El espíritu democrático, por virtud del cual, como escribe Arsenio Dumont, «el menor átomo de la plebe procura subir hasta la cúspide social, para lo que constituyen los hijos un obstáculo»; 2º El feminismo, que al emancipar a la mujer e igualar al hombre arrojándola en la lucha por la vida y el empleo, hace que no esté dispuesta a aceptar las molestias y la carga de la maternidad, y 3º El abandono de la religión y de la moral católicas, como lo prueban las observaciones de Etienne Rey (Maximes morales et inmorales, 2º ed., París 1914), Bertillón, Ellis (El sexo en relación con la sociedad, Madrid 1912), Tallquist (Investigaciones estadísticas sobre la tendencia a una menor fecundidad en los matrimonios, Helsingfors, 1886), Lacassagne (Les actes de L'Etat civil, Lyón-París), Perin y otros muchos, que prueban que los países más religiosos han sido siempre y son los que han tenido y tienen más hijos, y que el número de los matrimonios religiosos está en relación con el aumento de la natalidad.
En cierto sentido este sistema es el lógico resultado del Malthusianismo. Aunque Malthus se hubiera horrorizado de las prácticas de la más nueva teoría, sus propias recomendaciones eran mucho menos eficaces como medios para el objetivo común de ambos sistemas. Los Neo-Malthusianos comprenden mejor que él, que para restringir la población deliberadamente a la magnitud deseada, además de una casta abstención o del aplazamiento de matrimonio otros métodos son necesarios. Por ello, instan a los matrimonios a usar dispositivos artificiales e inmorales para evitar la concepción. Algunos de los líderes más prominentes de este movimiento eran Robert Dale Owen, John Stuart Mill, Charles Bradlaugh, y Annie Besant. Con ellos merecen ser asociado muchos economistas y sociólogos que implícitamente defienden las mismas prácticas, ya que ellos defienden un nivel de vida confortable que crezca indefinidamente, e instan a la limitación de descendencia como el medio seguro con que la labor los obreros pagados más pobres puede ser hecho más escaso y estimado. Algunos de los líderes del Neo-Malthusiananismo en Inglaterra sostuvieron que ellos estaban simplemente recomendando a los pobres lo que los ricos denunciaban pero que en secreto practicaban.
En común con la teoría más antigua de la cual toma su nombre, el Neo-malthusianismo asume que la población sin restricciones excederá el sustento, pero por sustento se indica una nivel de confort liberal, e incluso progresivamente ascendiente. Con toda probabilidad esta disputa es correcta, por lo menos, en la última forma; pues todas las indicaciones están en contra de la suposición de que la tierra puede dar un nivel de confort ascendiente indefinidamente de consuelo para una población que continúa aumentando hasta el límite de su capacidad fisiológica. Por otro lado, las prácticas y las consecuencias del sistema son más fútiles, engañosos y desastrosas que los del Malthusianismo. Las prácticas son intrínsecamente inmorales, implicando la perversión de las facultades y funciones naturales, por no decir nada de su efecto injurioso sobre la salud física. La condición tenía como objetivo a, a saber, la familia pequeña o sin niños en absoluto, desarrollando un grado de egoísmo y de autoindulgencia que disminuyen muy considerablemente la capacidad por el servicio social, el altruismo, y toda forma de logro industrial e intelectual. Por ende, los economistas, sociólogos y médicos de Francia condenan la baja tasa de nacimientos y las familias pequeñas como un grave mal nacional y social. En el lado industrial, neo-malthusianismo pronto derrota su propio fin; pues el egoísmo acrecentado y el disminuído estímulo al trabajo es seguido naturalmente por un rendimiento más bajo del producto. Si la restricción de descendencia se confinara a las clases más pobres, la mano de obra se volvería de hecho relativamente escasos en relación con los tipos más altos de trabajo, y sus sueldos subirían, dado que su productividad no se disminuía por la deterioración de carácter. Es un hecho, sin embargo, que las clases acomodadas adoptan el método mucho más que las pobres, con el resultado que el suministro excesivo de mano de obra no cualificada se aumenta en lugar de disminuir. Donde todas las clases se entregan a la práctica, la sobreoferta de mano de obra no cualificada permanece relativamente inalterada. Los sueldos de todas las clases en Francia son más bajos que en Alemania, Inglaterra, o los Estados Unidos (cf. Decimoquinto Informe Anual del Comisionado de Mano de Obra). Finalmente, un nivel de confort constantemente creciente afianzada por las prácticas y la atmósfera moral de los medios del neo-malthusianismo no significa un nivel de vida más alto, sino uno más bajo; no conlleva cultura más genuina o valores morales más altos, sino placeres físicos más abundantes y un materialismo más refinado.